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Marx y Engels lloran en Chinois, encore un effort pour être révolutionnaires (1974) de René Viénet

La semana pasada terminó la retrospectiva que la Cinémathèque française ha dedicado a René Viénet, que además de sus tres largometrajes incluyó algunas películas que tratan de China (le dedicaré otra entrada a Hu Jie, director que he podido descubrir gracias a este breve ciclo). La primera película de Viénet, La dialectique peut-elle casser des briques ? (¿La dialéctica puede romper ladrillos?, 1973) hace suyos los principios del cine situacionista y su técnica de «desvío» o détournement de un material preexistente. En este caso, la película hongkonesa de artes marciales Crush (唐手跆拳道, dirigida por Tu Guangqi en 1972) proporciona la totalidad del metraje y de la banda de sonido, con excepción de los diálogos, doblados al francés. Es el doblaje el que transforma la historia original, que pasa del enfrentamiento entre una escuela coreana de artes marciales y ocupantes japoneses, a un combate en el seno de la izquierda francesa. Los japoneses se convierten en los burócratas, es decir en los miembros del PCF que amenazan, en un primer momento, con enviar a todos sus sociólogos, urbanistas, a Lacan, a Foucault e incluso a los estructuralistas, sin dejar de recordarles lo que ya hicieron en Cataluña en 1937. El otro campo, al que no le falta una buena dosis de autoparodia, será el de los proletarios que, reivindicando la dialéctica y la subjetividad radical, deberán enfrentarse a los acérrimos defensores de la explotación y la ideología. En un momento dado, el protagonista es acusado por los suyos de poner en práctica estrategias entristas, derivadas del trotskismo, y de intentar vencer la alienación mediante medios alienados. Cuando llega «uno de los aspectos de la lucha final», es decir, el combate entre los representantes del proletariado (vestidos de blanco) y el proletariado mismo, este último (vestido de rojo) vencerá: se trata, al fin y al cabo, de una película de kungfú al uso.

En el caso de Une petite culotte pour l’été (Unas braguitas para el verano, 1974), también conocida como Les filles de Kamaré, la mayor parte del metraje «desvía» la película Horror High School Women – Violent Lynch Classroom (恐怖女子高校 暴行リンチ教室, Kyōfu joshikōkō: bōkō rinchi kyōshitsu, 1973) de Norifumi Suzuki, que los propios personajes califican (de acuerdo con lo que dicen los subtítulos añadidos por Viénet) de «porno subversivo». En una secuencia de sexo lésbico en un baño, Viénet nos brinda un mensaje del equipo del film: «Sólo se escapa de la banalidad transformándola, desviándola, librándola al buen placer de la subjetividad». La historia se ambienta en el reformatorio femenino de Kamaré, dirigido por burócratas que enseñan a Sartre y leen a Barthes, y que imponen a las reclusas un régimen de «autogestión vigilada». Las protagonistas son Noriko-La biblioteca asiática (en referencia a la colección que entonces dirigía el propio Viénet, en la editorial Champ Libre, y que publicaba libros de sinología críticos con el maoísmo), Rémi-la-navaja (aficionada a cargarse curas y cristianos de izquierda) y la Masturbadora de las carreteras. Con la ayuda del representante de los teóricos poco leídos y de la Libertina marxista (que se alía con las bakunianas perversas, tras una competición de «saltos cualitativos» en moto) conseguirán ocupar el reformatorio y el parlamento japonés, poner en marcha la revuelta proletaria y pasar factura a unos cuantos burócratas, antes de ser detenidas por la policía. Las referencias a China y al maoísmo se multiplican a lo largo del film. De hecho, además de la película de Suzuki, Viénet propone varios insertos expresamente rodados para la ocasión: se trata de planos-detalle de penetraciones en los que se aprovecha para hacer publicidad del libro de 1974 Révo. cul. dans la Chine pop. (cuya traducción sería Revo. cul. en la China pop., donde «cul» también significa culo en francés y que aparece también en «film de cul», es decir, película porno), en el que se habían publicado textos de los guardias rojos de la Revolución cultural con el fin de desmontar la fascinación que esta provocaba en Francia.

Su tercera – y mejor – película, Chinois, encore un effort pour être révolutionnaires (Chinos, un esfuerzo más para ser revolucionarios, 1977) se inscribe de lleno en este trabajo de desmitificación del maoísmo, aunque los procedimientos formales son distintos. De hecho, pese a su tono paródico, se puede considerar que esta película es un trabajo bastante preciso de reconstrucción de la historia reciente de China, fruto de un impresionante trabajo de documentación en el que, además de Viénet, colaboraron varios sinólogos. El material utilizado proviene en buena medida de la propaganda maoísta, de otras fuentes documentales y periodísticas (como las imágenes tomadas por Cartier-Bresson en los últimos días de gobierno del Guomindang en Pekín), pero también de películas publicitarias desviadas. Viénet se sirve de todos estos recursos para construir una historia con aires de folletín: nos cuenta las aventuras del Gran Timonel, la señora Mao y el compañero de armas Lin Piao, así como las de los múltiples personajes de esa historia palaciega de conspiraciones y enfrentamientos que empezó con la lucha guerrillera y culminó, tras el golpe de Estado conocido como la Revolución cultural, con la eliminación de la Banda de los cuatro. A diferencia de un discurso complaciente y anticomunista al uso (hacia el que la película lanza varios dardos, como cuando hace referencia a la rápida conversión de Glucksmann), la película de Viénet explora a fondo las imágenes que manipula entre cierta fascinación por «el discreto encanto de la burocracia» y lo trágico de las consecuencias de la Revolución cultural. La historia reciente de China se reconstruye a través de sus imágenes, que ya se han dispersado por todo el mundo (de hecho, la imagen con la que empieza la película recuerda una de las primeras de Chung Kuo – Cina, 1972, de Antonioni, en la que asistimos a una operación quirúrgica mediante acupuntura eléctrica, aunque en el film de Viénet se trata de un chaval que, mientras le operan, lee una cita del Libro rojo: «tras la lluvia brilla el sol»).

«Y por último, el obrero XXX, en el papel del proletariado». Fotograma de Chinois, encore un effort pour être révolutionnaires (1977) de René Viénet

Los títulos de crédito constituyen uno de los momentos más hilarantes del film, como cuando asistimos a la presentación del «obrero XXX en el papel del proletariado». En otros momentos, como los que acompaña la música de Zhou Xuan, el recuerdo de las víctimas de la Revolución cultural o la imagen de Marx y Engels llorando junto a Lenin, Stalin y Mao, una inevitable tristeza y un sentimiento de frustración se acaban imponiendo: la voz en off define en un momento dado el fascismo como «la descomposición de la tradición socialista occidental». El poder del desvío de imágenes se hace patente en el momento en que se superponen imágenes de jóvenes guardias rojos y la música de Je t’aime moi non plus de Gainsbourg. La serie de imágenes vuelve a repetirse, mientras la voz en off nos lee un bando en el que se anuncia la ejecución de un hombre condenado por violación y bajeza moral: